Alcé la cabeza y, de forma inconsciente, miré el calendario. Estaba marcado el día 7 con la pegatina de un koala, como cada año desde que tengo memoria. De repente, me invadió un sentimiento de nostalgia insoportable. Empecé a sentirme febril y enfermo. Mi primer impulso fue lanzarme al cajón de los medicamentos y buscar desesperadamente el termómetro. Me lo puse bajo el brazo, esperando a que sonase el pitido que me indicaría mi estado de salud. Aunque yo lo tenía claro. Me sentía como una momia: muerto por dentro.
Por mi cabeza comenzaron a sucederse imágenes a una velocidad de vértigo. Viajaba por lugares que nunca había conocido y sentía colores que nunca había imaginado. Mis ojos eran capaces de viajar hasta el universo, como telescopios. Sonó un estruendo. Me desperté bañado en sudor. Me levanté para ir al baño y me lavé la cara. Al mirarme al espejo pensé: "¿cómo es posible que tantas injusticias puedan quedar impunes?".
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